lunes, 11 de octubre de 2010

Yo también soy fan de las salidas de emergencia

La moda está en todas partes. Podemos ser fieles seguidores de tendencias en cuanto a la ropa que nos ponemos, pero al mismo tiempo también tener la casa decorada al último grito o llevar en una mano el I-pad y en la otra el último modelo del  never full de Louis Vuitton. Pero aunque parezca que los pantalones acampanados ya no vayan a volver y vayamos en pitillos el resto de nuestras vidas, vamos poco a poco descubriendo que los simpáticos acampanados siguen allí y volverán a triunfar, si no esta temporada, la que viene.
En cambio, en nuestras vidas, las cosas parecen no cambiar, no renovarse. Me explico. Desde que tengo uso de razón observo que la sociedad es monótona y disciplinada, las reglas del juego son muy sencillas: naces, creces, estudias, juegas a barbies o a pelota, te enamoras y te desenamoras, pero te vuelves a enamorar y entonces es cuando te casas, o bien, si queremos dar un toque moderno solo te juntas con esa persona sin casarte, sin embargo, allí estás, haciendo lo mismo, viviendo con alguien. Luego tienes hijos y aquí se repite la historia. Está claro que parece ser que esto funcione, que la sociedad en la que vivimos hace años y años que así funciona, ya que todo está preparado para que este modus vivendi sea exitoso.
Cuando eres un free rider y no quieres encajar en este patrón, ya que quieres cambiar un poco, hacer de tu vida una nueva tendencia, entonces eres un bicho raro. Alguien que no se ha adaptado como “todos”, un ser extraño que tiene miedo al compromiso, miedo a tener más responsabilidades, miedo atroz a sacrificarse por otra persona, en resumen un egoísta. Sin embargo, aunque yo sea una firme defensora de la familia, que siempre haya soñado  en tener un súper  marido que a la vez sea un súper papá, dos hijos y un perro, no puedo dejar de mirar a esas personas que van por la vía paralela, la tía soltera que nunca se casó, pero en cambio viajó toda su vida, conoció a mil personas y sigue viviendo y siendo feliz, haciendo el papel de abuela, pero sin serlo y pudiendo seguir durmiendo por las noches sin un llanto al que socorrer. Hay gente que se lamenta de esas mujeres que nunca tuvieron hijos, diciendo que es una experiencia que tiene que vivirse, única e insuperable, pero ¿ Por qué no lamentarse también de los pobres casados que nunca pudieron viajar? ¿Las pobres mujeres que tuvieron que dejar de trabajar a los 30 para dedicarse a hacer comidas, meriendas y cenas? No quiero parecer una free rider, ya que de momento parece que no lo soy, que voy  más bien por el camino católico y apostólico que me han marcado, pero sencillamente defiendo este savoir faire alternativo, esta gente  admirable que dice NO voluntariamente a una vida normal, al contrario de lo que piensan muchos, no se trata de una situación obligada, que son muy feos y nadie los quiere, o que son estériles y desgraciados. Son simplemente los hijos rebeldes de una sociedad estricta y disciplinada, pero con puertas de escape escondidas.
E aquí un dilema más por si no tuviésemos suficientes, coger o no la salida de emergencia hacia una vida distinta, esta es la cuestión.  Ahora bien, creo que la clave está en no obsesionarse, en ir viviendo y haciendo lo que a uno mismo le hace feliz,  y así ver cómo va resultando, ya sea siguiendo el estilo clásico que siempre funciona o una nueva tendencia arriesgada pero excitante. Sea como sea, siempre nos quedará el fondo de armario con camisa blanca y vaqueros rectos  si los nuevos colores flúor no nos sientan bien.



mi tía soltera y yo en uno de los muchos viajes


No hay comentarios:

Publicar un comentario