jueves, 20 de octubre de 2011

La pequeña-gran capital!

Cuadernos de viaje, esto es lo que intentaba hacer cinco minutos después del despegue hacia la capital Europea. Yo con mis temblores fruto de mi gran pasión por volar, un papel arrugado y un bolígrafo  en mano, lo que escribí fue algo como: “ encantada de estar volando….vah! no te lo crees ni tú!”. Acto seguido, pedí un gin tonic.

Es curioso mi pánico a volar, esa sensación  que va a ser el último día de mi vida, algo absurdo pero inevitable de sentirlo cada vez que piso un aeropuerto. Sin embargo, nunca digo no a un viaje, y eso fue lo que hice: decir a Bruselas.

Yo y Daph en el Palais Royal

Hacía tiempo que echaba en falta los hombres jóvenes trajeados y con porte inteligente… esto es porque se esconden en Bruselas, ahora lo entiendo todo!
Aterrizar, llegar a la Comisión Europea y que una amiga (un ángel) te invite a un afterwork repleto de estos galantes caballeros es algo que ni con Mastercard me lo hubiera imaginado. Hablar durante tres fantásticas horas con millones de ellos, que te pregunten si estás trabajando en la UE y tener que responder con un tímido no… estoy de vacaciones, por favor, no te enamores de mí porque las relaciones a distancia no me van. ( Esto ya no es tan genial).

Visitar la ciudad sola, sin que nadie te diga donde parar, qué ver, qué comer o comprar. Tú eres tu propia guía, menudo placer a la vez que peligro: me estuve una hora sentada en el centro de la Grande Place comiéndome un gofre y soñando despierta en ser una comisaria europea con un hombre trajeado al lado.

Acompañada del chiquitín

Sin embargo, aunque parezca la mujer más independiente del mundo, siempre está esa necesidad de tener una sombra llamada Daphne que te acompañe, que conozca la ciudad y sus rincones más ocultos… como conocer el gran Manikin Pis, nunca mejor dicho, ubicado en un rincón más que oculto de la ciudad. ¡Un placer chiquitín!

Después de cuatro intensos días de non stop: días de turismo, noches de fiesta y connecting people, llegó el momento de la despedida. Terrible, no tan solo por tener que volver a subir a mi amigo el de las alas, sino por despedirme de mi perfecta amiga, la cual por cierto sigue allí rodeada de hombres trajeados de Armani.

Nostalgia y gafas de sol en Brujas

Aún así, sin más remedio y contra mi voluntad volví, pero me di cuenta de algo muy importante: me encantan las bienvenidas.