jueves, 9 de diciembre de 2010

Diario de una auténtica acatarrada


Seguramente todos tenemos sitios donde vamos a pensar, donde decimos que vamos a reflexionar sobre las cosas que nos rodean, los problemas que tenemos, de donde venimos, hacia donde vamos... tipo el cuadro romántico que todos conocemos de “ el caminante sobre el mar de nubes” delante de un mar nuboso. En estos lugares, para nosotros idílicos, acostumbran a estar presentes elementos en común: sea mar o montaña siempre hay viento, ese viento que te desprende de todo mal humor y te limpia el rostro de tal manera que de repente te crees mas guapa, luego también suele ser un lugar muy bonito con unas vistas dignas del mejor paisajismo.


El caminante sobre el mar de nubes ( 1817-1818), Gaspar Friedrich


Yo suelo ir a mi lugar favorito en el mundo cuando tengo tiempo y creo que es el momento. Escogí un sitio marítimo de la costa catalana, concretamente en el Baix Empordà. No por ser la típica niña pija con casa de veraneo en la costa, sino por las circunstancias que me llevaron a conocer mi lugar en la tierra. Por ese entonces, yo estaba enamorada, muy enamorada... solía pasear con mi amor por esos parajes tan espectaculares y hablábamos hasta que anochecía y si la llamada de nuestros instintos no llegaba, continuábamos hablando hasta el amanecer.

Es paradójico y estúpido, cuando vas a estos lugares repletos de tanta energía positiva, a llorar, a gritar lo infeliz que eres en algún momento. En mi opinión, creo que deberíamos prohibirnos a nosotros mismos ir a nuestros sitios favoritos cuando el desamor nos llama a la puerta, ya que entonces dejamos de tenerle el aprecio que le teníamos, porque la próxima vez no querremos subir debido a la energía negativa que le habremos dejado. Suerte tenemos del viento, que nos limpia el lugar, sin embargo, no nuestra memoria.

Yo sigo subiendo a l'Empordà, e intento peregrinar cada vez a mi punto de reflexión, ya que nunca he ido cuando estaba deprimida, para eso esta el sofá de tu casa o la desgraciada bicicleta estática del gimnasio. Soy persona de mil paranoias, aún así pienso, y me aferro a que aún me queda algo de cordura, y por lo tanto de racionalismo y sensatez.

Hoy, es uno de esos días en los que cogería mi fiel cuatro ruedas y subiría al far de Sant Sebastià, pero no voy a ir, ya que lo dejaría de color gris e inundado de lágrimas saladas. Por lo tanto, voy a seguir aquí, delante de mi ordenador, que ya de por si es gris, con esta terapia tan estupenda que es escribir, y diciendos a vosotros, que, por favor, cuidad y respetad vuestros sitios favoritos en el mundo, no vayáis con depresión, siempre con una sonrisa, devolviéndole la alegría y el bienestar que él siempre os ha transmitido.


Far de Sant Sebastià, Llafranc.

la terraza dónde suelo pensar

1 comentario:

  1. És molt útil, per no dir necessari, tenir un lloc fisic o inclús imaginari on poder desconectar i sí, millor interactuar amb l'espai escollit quan els ànims estàn pujats sinó es converteix en un lloc més i deixa de ser un super lloc!

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